Prisión, dulce prisión.

El niño sin conciencia,
armó una trampa en el patio de su hogar
para capturar alguna ave distraída y hambrienta.
Varias semanas a la espera
hasta que lo sorprendente sucedió:
un pajarito entró en la trampa, comió el alpiste
enseguida subió al palo y allí se quedó a cantar.
El pobrecito escapó de una jaula,
sintió hambre y se había olvidado de como buscar comida.
La visión de algo que le era familiar
le alegró y le hizo sentirse en casa.
Ahora estaba enjaulado nuevamente.
Hace tantos años que estaba preso
con tan solo un pequeño espacio para volar
que se perdió en la inmensidad del cielo.
Huyó y era dueño de si,
pero era tan diferente a lo que estaba habituado
que deseó ardientemente
que su vida retornara a lo que era antes.
Hace tanto tiempo seguía mecánicamente su día-a-día
que no comprendía el verdadero sentido de vivir.
Ansiaba por ser libre pero cuando encontró la libertad
no sabía qué hacer con ella.
Le hicieron blanco con un tirachinas, sin embargo, se desvió.
Se acercó a una bandada de pajaritos de su especie
y se esforzó para integrarse al grupo,
pero no se ambientó.
No hizo ninguna amistad y fue menospreciado.
Los abandonó y partió.
Acostumbrado a ser prisionero,
al verse suelto, volvió a la prisión.

Rosimeire Leal da Motta

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